martes, 6 de marzo de 2012

La evaluación

Cualquier profesor de lengua extranjera debe optar en su momento por un sistema que le permita evaluar a sus alumnos. Escoger entre los distintos tipos de evaluación no es una tarea fácil.

Evaluación formativa, contínua, del aprovechamiento, sumativa o la autoevaluación. Cada uno de estos sistemas de evaluación cuenta con aspectos que podrían seguirse. Aún así, pienso que la autoevaluación es el método de mayor utilidad. El profesor debe dar protagonismo a sus alumnos y que sean ellos los que descubran sus carencias. El profesor debe dotarles de las herramientas necesarias para solventar sus errores y evitar autocorregir de forma sistemática. En clase un método útil para que el alumno se dé cuenta de que comete un error es el "sonsaque". El profesor incide de forma sutil en el error, sin corregirlo, para que sea el alumno el que termine por darse cuenta. De este modo el profesor puede evaluar el progreso del alumno en las sesiones posteriores.



No soy partidario de los métodos clásicos donde la evaluación se hace a través de exámenes o trabajos escritos. Pienso que es más útil que el alumno se dé cuenta de sus carencias y sea capaz de solventarlas con la ayuda de las herramientas proporcionadas por el profesor. Una autoevaluación constante que permita demostrar los avances que hace el alumno a nivel comunicativo y si este es capaz de superar los obstáculos que aparezcan a lo largo de su aprendizaje. Con la exposición oral, el alumno demuestra sus capacidades comunicativas y la interiorización del lenguaje aprendido. Del mismo modo, que los propios alumnos puedan ofrecer valoraciones sobre las intervenciones en actividades de otros compañeros puede enriquecer el ambiente que se crea en el aula.

Reflexiones:

En un principio ví la autoevaluación como el método ideal. Pero reflexionando un poco me doy cuenta que quizás sea algo poco factible de llevar a cabo. Sin duda, debe ser tarea del profesor el evaluar a sus alumnos y en la autoevaluación se deja todo ese peso en el propio estudiante. Es quizás la forma en la que me hubiera gustado ser evaluado cuando estudiaba inglés, por ejemplo, pero desde la perspectiva que nos brinda este curso, ahora mismo empiezo a verlo como un método útopico. Uno consigo mismo nunca será capaz de evaluarse objetivamente, quizás sí de darse cuenta en lo que falla y debe mejorar pero raro sería que uno decidiera que no ha conseguido los objetivos y debe suspender. Por eso entiendo que el mejor método para evaluar en una clase de lenguas extranjeras es la evaluación contínua donde se hace hincapié en el progreso y no en pruebas intermitentes que, al fin y al cabo, sólo determinan si has sido capaz de memorizar lo que al profesor le ha parecido reseñable.

Y relacionado con el tema de la evaluación encontramos también los objetivos que se marca el profesor. Cuando planea el curso, el profesor debe tener claros los objetivos. En el libro de petete para los profesores de lenguas extranjeras es decir, el Marco común europeo de referencia para las lenguas, se especifican los objetivos que tienen que alcanzarse en cada uno de los diferentes niveles (desde A1 a C2). Hablamos de objetivos generales y de objetivos relacionados con cada una de las habilidades: leer, escribir, escuchar, hablar, y estos se presentan normalmente en infinitivo refiriéndose a funciones comunicativas (presentarse, expresar sentimientos, hablar de aficiones). Cada uno de estos objetivos llevará implícitos los contenidos lingüísticos que aprenderan los alumnos. Si por ejemplo hablamos de acciones habituales o hábitos, el lenguaje presentado será el presente de indicativo o los marcadores de frecuencia.

Aún así, cada clase es un mundo y en este mundo cada cada alumno está formado por una individualidad. No todos aprenden al mismo ritmo, no todos tienen la misma capacidad para asimilar lo que se les presenta y es tarea del profesor darse cuenta de este factor. Sería un error, a mi parecer, que los objetivos se convirtiesen en una obsesión para el profesor y con ello dejásemos a algun alumno con la sensación de que no se ha enterado de media película.


Entiendo que evaluar es una de las tareas más complejas que debe llevar a cabo un profesor. Entiendo que este acto es un fin que los profesores utilizamos para conseguir datos objetivos que nos lleven a tener una idea aproximada del aprendizaje asumido y obtenido por el alumno. Evaluar es necesario, debemos ser conscientes de las carencias y logros de nuestros estudiantes y hacerlos constar. Durante nuestros años de enseñanza muchas veces hubiéramos deseado que no existiera esa faceta del profesor, la de evaluar, y es que en gran multitud de ocasiones esta se basaba en exámenes formales, en trabajos formales que impedian ver a ciencia cierta el nivel alcanzado por uno mismo pero que, sin embargo, terminaban por decidir si uno era capaz de superar o no los objetivos que el profesor se había marcado. Evaluar es necesario, vuelvo a repetir y no es una tarea fácil.

Tal y como pasaba con la reflexión sobre la corrección de lso errores, debemos plantearnos qué y cuando evaluamos. Si el profesor tuviera que estar pendiente el 100% de la clase de evaluar nos volveríamos locos, además de que es inviable y, al mismo tiempo, un sinsentido. Deben existir una pautas, herramientas que nos permitan tener un control de esta evaluación. También tenemos que tener en cuenta que no todas las actividades que se llevan a cabo en un aula deben ser evaluadas del mismo modo. Las diferentes competencias educativas que debe conseguir el alumno a lo largo de un curso deben ser evaluadas a través de herramientas distintas. En estos momentos no tengo los conocimientos suficientes para aventurarme a decir como y de que manera evaluar cada una de estas competencias pero entiendo que, por ejemplo, el vocabulario se presta más a ser evaluado de forma formal, (sin ser partidario de los exámenes clásicos) mientras que las competencias sociolingüística y prgmática podrían evaluarse planteando situaciones de la vida real donde los estudiantes tuvieran que producir y adaptarse a cada uno de los casos planteados.

La evaluación contínua sigue pareciéndome el mejor método para evaluar. Opto por evaluar una progresión y no dar todo el peso a exámenes y trabajos que, si bien es cierto que en ocasiones pueden servir para remarcar o enfatizar conceptos y/o objetivos, no deberían tomarse como norma.


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