lunes, 12 de marzo de 2012

"La competencia docente y el desarrrollo profesional" de Gregorio Pérez de Obanos

Después de leer el texto de Gregorio Pérez de Obanos me voy dando cuenta poco a poco de lo importante que es la palabra "reflexionar" para un profesor. Y digo "profesor" sin mucha convicción, quizás a partir de ahora deberíamos pasar a llamarnos "facilitadores" o futuros "facilitadores".

Es muy interesante la gradación qualitativa que el autor hace entre lector y facilitador, poniendo en el medio la figura del profesor. Al primero sólo le interesa el contenido, pero nunca se ha visto motivado por los métodos adecuados para enseñarlo. Y me surge la primera duda: ¿Cuando a nivel académico se habla de "lector" (véase por ejemplo la becas en universidades de lectorado) nos referimos al "lector de Pérez de Obanos? Personalmente dudo que así sea y las universidades solamente esten interesadas por el "contenido". En el siguiente peldaño encontramos al profesor, quién posee las características del lector pero al mismo tiempo domina la metodología y las técnicas para enseñar los contenidos, de una lengua en nuestro caso. Entiendo que el autor, en este punto, hace hincapié en la poca formación del profesor (no se si podría entender incluso "interés") en el desarrollo de habilidades y actitudes relacionadas con su papel como docente. Él habla de una falta de destrezas significativas, entiendo hacia los alumnos pero que también deduzco se trata de habilidades y actitudes hacia uno mismo y hacia la instituciñon por la que trabaja. La verdad es que la definición que hace el autor del profesor me ha dejado bastante descolocado. Finalmnete, se nos presenta esta nueva figura, la del facilitador. En él convergen las capacidades antes mencionadas del profesor pero añadiendo un nuevo elemento: la reflexión. La capacidad de pensar y tener en cuenta todos aquellos procesos de interacción que se dan en el aula: él, sus alumnos y la unión de estos dos para hacer un ejercicio introspectivo y de reflexión objetiva de su trabajo con la intención de mejorar en su tarea como docente con las miras puestas en el desarrollo de aprendizaje de sus alumnos.

La figura del facilitador se convierte para el autor en el "no va más" de la enseñanza de lenguas. Ya no me atrevo a usar la palabra "profesor" ya que con esto querría decir que hasta el momento, en lo que llevamos de curso y desde que empezé en esto de las lenguas extranjeras, he estado hablando de aquellos docentes que no tienen ni han tenido en cuenta este factor reflexivo y psicológico de su labor.


Nunca me planteé seriamente que pudiera existir esta gradación o clasificación qualitativa de los docentes que se dedican a la enseñanza de lenguas extranjeras. Siempre tuve la sensación de que quien más quien menos ejercía la profesión con la clara intención de aumentar sus conocimientos a nivel de contenido, no dejar de aprender sobre las metodologías de enseñanza juntamente con un marcado carácter reflexivo que permitiera analizar lo sucedido en el aula en pro de una mejora constante de la docencia.

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